El
miércoles 15 de julio se llevó a cabo la licitación de catorce bloques para la
exploración y explotación del petróleo en el Golfo de México para los mejores
postores (empresas y consorcios de la iniciativa privada tanto nacionales como
internacionales). En este evento histórico se procuró por la transparencia y
“reglas de juego” parejas. Sin embargo, solamente se lograron adjudicar dos,
quedándose sin dueños doce, pero ya es un avance –aunque se esperaba un poco
más-.
Con
este hecho se ha resaltado que las reformas estructurales están en marcha, y en
particular, la energética. El propósito es terminar con el monopolio que tuvo en
sus manos Petróleos Mexicanos por más de setenta años, y gradualmente transitar
a una estructura de mercado denominada oligopolio. De la teoría microeconómica
se sabe que cuando sólo existe un oferente del producto y/o servicio –y no hay
nadie más-, entonces quién se encuentre al frente del negocio, estará en
condiciones para vender a un precio más alto (para sustentar este
planteamiento, siempre se compara contra lo que debería de ocurrir sí se
tuviera competencia perfecta donde el consumidor termina pagando lo “justo”), y
también tendría la capacidad para restringir las cantidades ofrecidas al
público (nuevamente, el parámetro para señalar las limitaciones en
disponibilidad es el mercado de competencia perfecta). Y hay otros “males” que
se pudiesen enlistar (la pérdida en el excedente del consumidor, la carga
muerta o peso muerto, recursos productivos ociosos y que una parte de los
ingresos de la gente, quien está interesada en comprar el producto, pasa como
un ingreso por ventas a manos del monopolista). Y lo peor de todo es que no hay
sustitutos y qué se hace (¿?), pues nada… En pocas palabras, el monopolio es
“malo”, por eso, la necesidad por la promoción de la competencia, ¡y así se
está haciendo en los hechos!
El
oligopolio es la estructura de mercado que se caracteriza porque está
conformada por “varios” o “algunos” oferentes, es decir, los competidores se
pueden identificar. En la actualidad, ejemplos de este tipo, se encuentran en:
las cadenas de televisión abierta, las compañías automotrices, los bancos, las
operadoras del servicio telefónico fijo y móvil, las empresas cerveceras, las
refresqueras, electrodomésticos, la minería, la elaboración de acero y otros
casos más. Todos los días, el consumidor hace uso de los muchos productos que
ofrecen los fabricantes que pertenecen al mercado en comento; además, invaden
la vida diaria con las intensas campañas en publicidad (ofertas, promociones),
patrocinadores de eventos (conciertos, torneos deportivos, congresos,
conferencias) y apoyan causas sociales (educación, alimentación, atención
médica) a través de una fundación (organización). (Del listado, obviamente, los
empresarios del sector minero y acerero no recurren comúnmente a las prácticas
citadas.)
El
oligopolio también se caracteriza porque la competencia es intensa. Los
productores buscan ganar terreno en las preferencias del consumidor, y en
consecuencia, incrementar su cuota de mercado. Lo que hoy ocurre con estas
industrias, es el escenario que se esperaría visualizar dentro de tres o cuatro
años en el sector energético en México.